domingo, 29 de mayo de 2011

Hacer la voluntad de Dios

Jesucristo durante toda su vida y sobre todo con su muerte en la cruz, para nuestra salvación, cumplió la voluntad de su Padre, y quiere que nosotros también hagamos la voluntad de Dios.

"Después que el Señor dijo de sí mismo: Yo no vine a hacer mi voluntad, sino solamente la de mi Padre; es muy peligroso hacer su propia voluntad, aun en las cosas menores...”[34] S. Basilio

Nosotros queremos hacer la voluntad de Dios, pero ¿ estamos seguros de hacer lo que Él nos pide?, ¿o nos engañamnos a nosotros mismos y en realidad hacemos nuestra voluntad?
También puede ser que haciendo actos que son en sí mismos buenos, los hagamos por nuestro beneficio, o por que nos consideren mejores o para acallar nuestara conciencia.

Lo que debemos hacer es lo que nuestro Padre quiere que hagamos , que seguro que será para el bien de nuestra alma.
La verdad es que es difícil, a veces, saber cuál es la voluntad del Señor, quisiéramos que nos lo dijera muy claro, pero Dios tiene sus propias formas de actuar. Debemos ser lo mejor posible con los que tenemos alrededor, cumplir sus mandamientos. Y rezar, nuestra oración no será en vano y si de verdad queremos hacer su voluntad, Él en algun momento nos indicará el camino.

Por la oración, podemos "discernir cuál es la voluntad de Dios" (Rm 12, 2; Ef 5, 17) y obtener "constancia para cumplirla" (Hb 10, 36). Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los cielos, no mediante palabras, sino "haciendo la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7, 21).
H de Carmen

viernes, 27 de mayo de 2011

EN LO SECRETO OREMOS POR LOS JÓVENES

"La plegaria no es un entretenimiento ocioso para alguna anciana. Entendida y aplicada adecuadamente, es el instrumento más potente para la acción."
(MAHATMA Gandhi).

" Es hora de redescubrir, queridos hermanos y hermanas, el valor de la oraciòn, su fuerza misteriosa, su capacidad de volvernos a conducir a Dios y de introducirnos en la verdad radical del ser humano"
(Juan Pablo II)

Jesús escucha nuestra oración te pedimos por todos los jovenes del mundo. Haz que los que no te buscan te encuentren, y manifiestate a los que no preguntan por ti.

Que esta jornada mundial de la juventud sea llama viva que haga arder lo escondido del corazón humano y sirva de maecha para que tu amor sea preparado, !Manda obreros a tu mies¡
 
Isabel

miércoles, 25 de mayo de 2011

LA CARIDAD POR JUAN PABLO II

La caridad constituye la esencia del «mandamiento» nuevo que enseñó Jesús. En efecto, la caridad es el alma de todos los mandamientos, cuya observancia es ulteriormente reafirmada, más aún, se convierte en la demostración evidente del amor a Dios: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos» (1 Jn 5, 3). Este amor, que es a la vez amor a Jesús, representa la condición para ser amados por el Padre: «El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 21).

El amor a Dios, que resulta posible gracias al don del Espíritu, se funda, por tanto, en la mediación de Jesús, como él mismo afirma en la oración sacerdotal: «Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos» (Jn 17, 26). Esta mediación se concreta sobre todo en el don que él ha hecho de su vida, don que por una parte testimonia el amor mayor y, por otra, exige la observancia de lo que Jesús manda: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15, 13-14).

La caridad cristiana acude a esta fuente de amor, que es Jesús, el Hijo de Dios entregado por nosotros. La capacidad de amar como Dios ama se ofrece a todo cristiano como fruto del misterio pascual de muerte y resurrección.

Juan Pablo II

sábado, 21 de mayo de 2011

Pérdida de nuestra paz interior

Señor, a veces perdemos nuestra paz interior por nuestro mal comportamiento, pero otras veces el comportamiento de nuestros semejantes es la causa . Y, nosotros no sabemos responder de la forma que tú deseas.

En el libro ibro "La paz interior", he leído lo siguiente:
"La inquietud ante cualquier mal que amenace o atente contra nuestra persona o contra nuestr prójimo es uno de los motivos más frecuentes de perder la paz interior.

La respuesta es el abandono en las manos de Dios, que nos libra de todo mal o que, si lo permite, nos da la fuerza para soportarlo y transformarlo en beneficio nuestro. He de hacer todo lo que se me ocurra para ayudar a mejorar a los demás, serena y tranquilamente, y dejar el resto en las manos del Señor, que sabrá sacar provecho de todo.

Pero muchas veces fallamos en estos casos. Debemos velar no por desear cosas buenas en sí mismas, sino también por quererlas de un modo bueno. Debemos asegurarnos de que es bueno nuestro modo de quererlas y buenas las disposiciones de nuestro corazón. Es decir, que nuestro querer debe seguir siendo sereno, pacífico, desprendido, abandonado en Dios. No debe ser un querer impaciente, demasiado precipitado, inquieto, irritable, etc.

En la vida espiritual suele ocurrir que nuestra actitud es defectuosa: ciertamente no somos de los que quieren cosas malas, contrarias a Dios; deseamos cosas buenas, en conformidad con la voluntad de Dios, pero todavía las queremos de un modo que no es “el modo de Dios”, es decir, el del Espíritu Santo, que es dulce, pacífico y paciente, sino a la manera humana: tenso, precipitado, y defraudado sino logra inmediatamente aquello hacia lo que tiende."

Señor, ayudános a  abandonarnos en Tí  y saber desear las cosas de una forma paciente, pacífica y dulce.
MEMM

ORACIÓN A NUESTRA MADRE LA VIRGEN MARÍA



Santisima Virgen, Madre de la Eucaristia, Madre de Jesús y Madre nuestra, Tú nos invitas a acercarnos a Jesús , a su Morada Eucarística y a adorarlo sin cesar , como tú lo adoras.

Que entendamos, Madre, que en cada hora de adoración Jesucristo nos sana,nos bendice,disipa las nubes de dolor y soledad y quita nuestra tristeza regalándonos paz y amor.

Acompáñanos y haz de nosotros esos adoradores que busca el Padre: en espíritu y verdad.

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios. Amen
 
ISABEL

miércoles, 18 de mayo de 2011

¡Gracias, Jesús, por tu amistad!

Muchas veces no sentimos simplemente siervos inútiles, y es verdad (Cf. Lucas 17, 10). Y, a pesar de ello, el Señor nos llama amigos, nos hace sus amigos, nos da su amistad.


El Señor define la amistad de dos maneras:

No hay secretos entre amigos: Cristo nos dice todo lo que escucha al Padre; nos da su plena confianza y, con la confianza, también el conocimiento. Nos revela su rostro, su corazón. Nos muestra su ternura por nosotros, su amor apasionado que va hasta la locura de la cruz. Nos da su confianza, nos da el poder de hablar con su yo: «este es mi cuerpo...», «yo te absuelvo...». Nos confía su cuerpo, la Iglesia. Confía a nuestras débiles mentes, a nuestras débiles manos su verdad, el misterio del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; el misterio del Dios que «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Juan 3, 16). Nos ha hecho sus amigos y, nosotros, ¿cómo respondemos?

El segundo elemento con el que Jesús define la amistad es la comunión de las voluntades. «Idem velle - idem nolle», era también para los romanos la definición de la amistad. «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Juan 15, 14). La amistad con Cristo coincide con lo que expresa la tercera petición del Padrenuestro: «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo». En la hora de Getsemaní, Jesús transformó nuestra voluntad humana rebelde en voluntad conformada y unida con la voluntad divina. Sufrió todo el drama de nuestra autonomía y, al llevar nuestra voluntad en las manos de Dios, nos da la verdadera libertad: «pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú» (Mateo 26, 39). En esta comunión de las voluntades tiene lugar nuestra redención: ser amigos de Jesús, convertirse en amigos de Dios. Cuanto más amamos a Jesús, más le conocemos, más crece nuestra auténtica libertad, la alegría de ser redimidos.
¡Gracias, Jesús, por tu amistad!

Fragmento de la Homilía del cardenal Joseph Ratzinger en la misa por la elección del nuevo pontifice
Autor: Cardenal Joseph Ratzinger

Fuente: Catholic.net

lunes, 16 de mayo de 2011

El buen pastor y la puerta de las ovejas

Comentario al evangelio de Juan, 10 por Santo Tomás de Aquino.

Jesús dijo: «Yo soy el buen pastor». Es del todo evidente que el título de pastor es propio de Cristo. Porque igual que un pastor lleva a pastorear a su rebaño, así también Cristo da a los fieles como comida espiritual su propio Cuerpo y su propia Sangre.

Para diferenciarse del mal pastor y del ladrón, Jesús precisa que es el «buen pastor». Es el bueno porque defiende a su rebaño con el mismo interés que un soldado lo hace por su patria. Por otra parte, Cristo ha dicho que el pastor entra por la puerta y que él mismo es esta puerta. Así pues, cuando se declara aquí como el pastor, hay que comprender que es él el que entra y a través de sí mismo. Es del todo cierto porque manifiesta que conoce al Padre por sí mismo, mientras que nosotros, entramos a través de él, y es él el que nos da la felicidad. Fijémonos bien en que sólo él es la puerta, porque sólo él es la luz, y los demás lo son sólo por participación. Juan Bautista «no era la luz, pero vino para dar testimonio de la luz» (Jn 1,8). El mismo Cristo «era la luz verdadera que alumbra a todo hombre» (v.9). Nadie más puede decir que es la puerta, porque Cristo se reservó para sí este título

Pero el título de pastor lo dio a otros, lo dio a algunos de sus miembros. Efectivamente, Pedro lo fue, y también los demás apóstoles, así como todos los obispos. «Os pondré pastores según mi corazón» (3,15). Si bien es verdad que los jefes de la Iglesia –que son hijos de ella- todos son pastores, Cristo dice: «Yo soy el buen pastor» para mostrar la fuerza única de su amor. Ningún pastor es bueno si no está unido a Cristo por la caridad, llegando a ser pues, miembro del pastor verdadero.

sábado, 14 de mayo de 2011

EL MANDAMIENTO NUEVO

“El «mandamiento nuevo» no consiste en una norma nueva y difícil, que hasta entonces no existía. Lo nuevo es el don que nos introduce en la mentalidad de Cristo. Si tenemos eso en cuenta, percibimos cuán lejos estamos a menudo con nuestra vida de esta novedad del Nuevo Testamento, y cuán poco damos a la humanidad el ejemplo de amar en comunión con su amor. Así no le damos la prueba de credibilidad de la verdad cristiana, que se demuestra con el amor. Precisamente por eso, queremos pedirle con más insistencia al Señor que, mediante su purificación, nos haga maduros para el mandamiento nuevo”. (Benedicto XVI, Homilía, 20 de marzo de 2008). Jesucristo nos da su mandamiento de amar a nuestro prójimo como Él nos ha amado. Desde esta perspectiva, la caridad debe ser el signo o el distintivo del cristiano, es decir, del seguidor de Cristo. Amar a Cristo y guardar su Palabra es, en definitiva, amar a nuestros hermanos con un amor que se hace obras.
Vivir la caridad no es fácil pero contamos con la gracia y el auxilio de Dios. El amor al prójimo es un mandamiento del Señor y Él mismo nos invita a vivirlo. Así, podemos comprender que Jesucristo no nos llama a vivir algo imposible o ilusorio sino que la caridad es una realidad necesaria y fundamental en nuestra vida diaria y en nuestra condición de cristianos. Por lo tanto, es necesario elevar el corazón por encima de las simpatías o antipatías para ver con los ojos de la fe a mi prójimo. No podemos olvidar que cada vez que hacemos o damos algo a nuestro hermano lo estamos haciendo con Cristo. Nuestro acto de caridad más grande es el de acercar a las personas, con nuestro ejemplo de vida, a Cristo. La caridad no consiste solamente en ayudar materialmente, cuando es posible, a los demás sino en dar nuestro tiempo, nuestro consejo y el consuelo a las almas que lo necesitan.

jueves, 12 de mayo de 2011

LA MADRE DE JESÚS SACERDOTE

Templo y Arca de la Alianza.

Lo que se come es lo de dentro, dice el refrán. En una fruta lo mejor está dentro .

Algo de eso sucedia en el grandioso templo de Jesusalén, que tenia un templo interior donde se conservaba lo fundamental: el Arca de la Alianza. En ella, sentía el Pueblo la presencia especial de Dios . Pero el Arca era un objeto material.

Dios se preparó un Templo y un  Arca de carne en el seno de Maria . Ella fue el Templo que habitó Jesús, el Hijo de Dios : "El Señor está contigo, dentro de ti". Ella fue el Arca, donde Jesús hizo la Alianza entre Dios y la humanidad.

El Templo y la Alianza necesitan un sacerdote. Jesús , el Hijo de Dios y de Maria , fue el Sumo y Eterno Sacerdote , que, ofreciendo su vida, estableció la Nueva y Eterna Alianza.
 
Isabel

lunes, 9 de mayo de 2011

La paz interior

Todo el bien que podemos hacer viene de Dios y sólo de Él. "Sin mi no podéis hacer nada ha dicho Jesús"
Debemos pasar por fracasos, prueba y humillaciones permitidas por Dios. Él podría ahorrarnos esas pruebas, pero son necesarias para convencernos de nuestra radical impotencia de hacer el bien por nosotros mismos.

¿Cómo dejar actúar a Jesús en mi? ¿Cómo dejar que la gracia de Dios opere libremente en mi vida?.
A eso debemos orientarnos, no a imponernos una serie de obligaciones, por buenas que nos parezcan.
Debemos intentar descubrir las actitudes profunadas de nuestro corazón, las aptitudes espirituales que permite a Dios actuar en nosotros.

Para que la gracia de Dios actúe libremente en nuestra vida, tenemos  muchos resortes, la oración, la lectura y escucha de la Palabra de Dios, los Sacramentos....

Pero es de especial importancia, que nos esforcemos por adquirir y conservar, la paz interior, la paz de nuestro corazón.
Cuanto más serena y tranquila está nuestra alma, más se refleja Dios en ella, más imprime su imagen en nosotros, mayor es la actuación de su gracia. Si, al contrario, nuestra alma está agitada y turbada, la gracia de Dios actuará con mayor dificultad. Todo el bien que podemos hacer es un reflejo del Bien esencial de Dios. Cuanto más serena, ecuánime y abandonada esté nuestra alma, más se nos comunicará ese Bien  y, a través de nosotros, a los demás.
Del libro "La paz  interior" de Jacques Philippe

Señor, ayúdanos a conseguerir la paz interior que necesitamos para que Tú actues en nuestra vida. Nosotros tenemos voluntad, deseo y te amamos, Tú lo sabes, igual que sabías que Pedro te amaba. Ayúadanos, porque sin ti no podemos hacer nada

jueves, 5 de mayo de 2011

El fariseo enmascarado

A veces, aparece en nosotros el fariseo enmascarado, que bajo la apariencia de una falsa humildad y del buen cumplimiento de las prácticas religiosas, esconde hábilmente su verdadero rostro.

Quizá hasta alguien te alabe e incluso quiera tomarte como ejemplo, pero tú todo el tiempo serás fariseo.

Sólo descubrirás esto cuando comiences a orar como el publicano. Cuando esto suceda no tengas miedo de ver el abismo de tu miseria ni huyas de él. Esta es la verdad objetiva sobre ti mismo. Si quisieras vivir de estas falsas ilusiones, seguirías siendo fariseo durante el resto de tu vida.

Deberíamos comenzar nuestro día orando como el publicano, y sería bueno que esta oración nos acompañara en todo momento, porque al entrar en el torbellino de los acontecimientos, nos olvidamos muy fácilmente de la actitud del publicano. Entonces, se despierta en nosotros la seguridad en uno mismo, llena de orgullo, y comenzamos a ponernos cada vez más máscaras:  una en el trabajo con nuestros compañeros, otra en casa, con la familia, ..otra más en el confesionario, con el sacerdote.

A veces, durante la confesión, intentamos quitarnos alguna máscara, y de vez en cuando lo logramos, pero sólo en parte. De esta manera luchamos interiormente contra nosotros mismos, aunque el confesor trate de ayudarnos, no lo puede hacer en nuestro lugar, no es él quien se tiene que confesar, sino el penitente. Él tiene que respetar nuestra libertad.

Del libro "Abandonarse en el amor" de Slawomir Biela

Señor ayúdanos a quitarnos todas nuestras máscaras, ayúdanos a conocernos como realmente somos, como Tú nos conoces, para que así gracias a tu misericordia podamos ir mejorando cada día. Reconociendo el gran amor que nos tienes y que  todo te lo debemos.