Este miércoles, los niños de la parroquia que van a hacer la primera comunión este año, renovaron las promesas, que hicieron en su nombre sus padres, el día de su bautizo.
Fue una ceremonia muy enriquecedora para todos, la iglesia estaba llena de niños, padres, abuelos, padrinos y naturalmente, sus catequistas y D. Lucas que dirigía la celebración.
Los niños se portaron muy bien, sabían que estaban realizando un paso importante en su caminar como hijos de Dios.
Gracias a Dios, también nosotros hemos recibido este don maravilloso. Pero, ¿cuántos de nosotros somos conscientes de este regalo tan extraordinario y nos acordamos de él con frecuencia para darle gracias al Señor, para renovar nuestra fe con el rezo del Credo y ratificar nuestro compromiso cristiano? El Vaticano II nos recuerda que, por el bautismo, todos los cristianos tenemos el deber de tender a la santidad y de ser auténticos apóstoles de Cristo en el mundo: con nuestra palabra, nuestro testimonio y nuestra acción. ¿Somos cristianos de verdad? ¿De vida y de obras, y no sólo de nombre, de cultura o tradición?
Palabras del papa Benedicto el 9 de enero:
ResponderEliminar¡Queridos hermanos y hermanas!
La Iglesia celebra el Bautismo del Señor, fiesta que concluye el tiempo litúrgico de la Navidad. Este misterio de la vida de Cristo muestra visiblemente que su venida a la carne es el acto sublime de amor de las Tres Personas divinas.
Podemos decir que de este solemne acontecimiento la acción creadora, redentora y santificadora de la Santísima Trinidad será cada vez más manifiesta en la misión pública de Jesús, en su enseñanza, en los milagros, en su pasión, muerte y resurrección.
Leemos, de hecho, en el Evangelio según san Mateo, que “bautizado Jesús, salió luego del agua; y he aquí que se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre él, mientras una voz del cielo decía: “´Éste es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias´» (3,16-17).
El Espíritu Santo “mora” en el Hijo y da testimonio de la divinidad, mientras la voz del Padre, procedente de los cielos, expresa la comunión de amor. “La conclusión de la escena del bautismo nos dice que Jesús ha recibido esta “unción” auténtica, que Él es el Ungido (el Cristo) esperado” (Jesús de Nazaret, Milán 2007, 47-48), como confirmación de la profecía de Isaías: “He aquí mi Siervo, a quien sostengo yo; mi elegido, en quien se complace mi alma” (Is 42,1).
Es verdaderamente el Mesías, el Hijo del Altísimo que, saliendo de las aguas del Jordán, establece la regeneración en el Espíritu y abre, a los que lo quieran, la posibilidad de convertirse en hijos de Dios.
No es por casualidad, de hecho, que todo bautizado adquiera el carácter de hijo a partir del nombre cristiano, signo inconfundible de que el Espíritu Santo hace nacer “de nuevo” al hombre desde el seno de la Iglesia.
El beato Antonio Rosmini afirma que “el bautizado sufre una secreta pero potentísima operación, por la cual es elevado al orden sobrenatural, es puesto en comunicación con Dios (Del principio supremo de la metódica, Turín 1857, n. 331).
Queridos amigos, el Bautismo es el inicio de la vida espiritual, que encuentra su plenitud por medio de la Iglesia. En la hora propicia del Sacramento, mientras la Comunidad eclesial reza y confía a Dios a un nuevo hijo, los padres y los padrinos se comprometen a acoger al recién bautizado sosteniéndolo en la formación y en la educación cristiana. ¡Y ésta es una gran responsabilidad, que deriva de un gran don! Por eso, deseo alentar a todos los fieles a redescubrir la belleza de estar bautizados y pertenecer a la gran familia de Dios, y a dar gozoso testimonio de su fe, para que ésta genere frutos de bien y de concordia.
Lo pedimos por intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Auxilio de los cristianos, a quien confiamos a los padres que se están preparando para el Bautismo de sus hijos, así como a los catequistas. ¡Que toda la comunidad participe en la alegría del renacimiento del agua y del Espíritu Santo!