domingo, 31 de julio de 2016

Viaje a Polonia, Francisco inicia la despedida


(ZENIT – Roma).- El papa Francisco se despide este domingo por la tarde de Polonia, después de un viaje apostólico de cinco días en los que participó de la Jornada Mundial de la Juventud, pero también visitó lugares de gran significado, como el santuario de Czestochowa y los campos de concentración de Auchwitz y Brikenau.
Hoy domingo por la tarde, ya poco después de las 16, el Pontífice se asomó al balcón del arzobispado y a los varios miles de personas allí presentes que le esperaban bajo la lluvia les dijo:
“Muchas gracias por esta compañía por este acercarse a despedirse. Muchas gracias por la calurosa acogida de estos días”. Dijo, y precisó que “ahora antes de irme les quiero dar la bendición pero también les quiero pedir que no se olviden de rezar por mi. Recemos juntos a la Virgen cada uno en su propia lengua: Dios te salve María… E impartió su bendición.
Y se despidió pronunciando su ‘adiós’ en polaco, despertando la ovación y aplausos de los varios miles allí presentes.

El Papa clausura la JMJ: ‘A Dios no le importa qué móvil tienes, le importas tú’


El papa Francisco ha celebrado en el Campus Misericordiae de Cracovia la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud. Entre dos y dos millones y medio, según indica al organización, se encontraban allí esperando para celebrar juntos este gran momento. Muchos de ellos, un millón y medio, ya se encontraban allí desde la tarde del sábado en la que también celebraron la vigilia con el Papa. Jóvenes de todos los rincones del mundo que han pasado la noche orando y celebrando la alegría de la fe. Hoy concluye una semana de encuentros, catequesis, oración y amistad y tras la que no volverán a sus casas indiferentes tal y como les pidió ayer el Papa en un motivador discurso
Mientras que en la homilía de esta mañana, el Papa ha querido recordar a los jóvenes que Dios cuenta con ellos por lo que son, no por lo que tienen. “Ante Él, nada vale la ropa que llevas o el teléfono móvil que utilizas; no le importa si vas a la moda, le importas tú. A sus ojos, vales, y lo que vales no tiene precio”. 
El Santo Padre ha hecho referencia a la lectura del día, el encuentro de Jesús con Zaqueo, para explicar que Él “desea acercarse a la vida de cada uno”, “recorrer nuestro camino hasta el final, para que su vida y la nuestra se encuentren realmente”. 
Zaqueo, tal y como ha recordado Francisco, era un rico colaborador de los “odiados ocupantes romanos”. Sin embargo, “el encuentro con Jesús cambió su vida, como sucedió, y cada día puede suceder, con cada uno de nosotros”. De este modo, el Santo Padre ha desarrollado su homilía indicando que Zaqueo tuvo que superar al menos tres obstáculos “que también pueden enseñarnos algo a nosotros”.
El primero es la baja estatura. Una tentación –ha precisado– que no solo tiene que ver con la autoestima, sino que afecta también la fe. Esta es nuestra estatura, nuestra identidad espiritual: “somos los hijos amados de Dios, siempre”. Así, ha subrayado que “no reconocer nuestra identidad más auténtica es como darse la vuelta cuando Dios quiere fijar sus ojos en mí”, “significa querer impedir que se cumpla su sueño en mí”. ¡Tú eres importante!, ha exclamado recordando a los jóvenes que “Dios cuenta contigo por lo que eres, no por lo que tienes”. Dios, ha precisado, nos ama más de lo que nosotros nos amamos, cree en nosotros más que nosotros mismos, “está siempre de nuestra parte, como el más acérrimo de los hinchas”. En este punto, el Santo Padre ha invitado a los jóvenes a rezar cada mañana: “Señor, te doy gracias porque me amas; haz que me enamore de mi vida”.
El segundo obstáculo del que ha hablado es “la vergüenza paralizante”. Por eso ha recordado que Zaqueo superó la vergüenza y subió al árbol “porque la atracción de Jesús era más fuerte”. Zaqueo “sintió que Jesús era de tal manera importante que habría hecho cualquier cosa por él, porque él era el único que podía sacarlo de las arenas movedizas del pecado y de la infelicidad”. El Papa ha contado también a los jóvenes un “secreto de la alegría”: “no apagar la buena curiosidad, sino participar, porque la vida no hay que encerrarla en un cajón”. Ante Jesús, “no podemos quedarnos sentados esperando con los brazos cruzados”, no podemos responderle con “un simple mensajito”.
El Papa ha exhortado a los jóvenes a no avergonzarse de llevar todo a Jesús, “especialmente las debilidades, las dificultades y los pecados, en la confesión”.  Él sabrá –ha asegurado– sorprenderos con su perdón y su paz.
El tercer y último obstáculo no estaba en un  interior sino “a su alrededor”: la multitud que murmura, que primero lo bloqueó y luego lo criticó. Así, Francisco ha pedido a los jóvenes “no tengáis miedo” y que recuerden el lema de la JMJ: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Del mismo modo les ha invitado a no desanimarse porque “con vuestra sonrisa y vuestros brazos abiertos predicáis la esperanza y sois una bendición para la única familia humana, tan bien representada por vosotros aquí”.
La mirada de Jesús –ha añadido– va más allá de los defectos para ver a la persona. “No se detiene en el mal del pasado, sino que divisa el bien en el futuro”, “no se resigna frente a la cerrazón, sino que busca el camino de la unidad y de la comunión”, “no se detiene en las apariencias, sino que mira al corazón”. El Pontífice también ha pedido a los jóvenes que instalen “bien la conexión más estable, la de un corazón que ve y transmite el bien sin cansarse”.
Para finalizar la homilía, el Santo Padre, haciendo referencia a las palabras de Jesús a Zaqueo “hoy tengo que alojarme en tu casa”, ha asegurado que la JMJ “comienza hoy y continúa mañana, en casa”, porque es allí donde Jesús quiere encontrarnos a partir de ahora. Jesús espera que, entre tantos contactos y chats de cada día, “el primer puesto lo ocupe el hilo de oro de la oración”. Jesús desea que su Palabra “se convierta en tu ‘navegador’ en el camino de la vida”. Jesús –ha recordado el Papa a los jóvenes– te llama por tu nombre. “Tu nombre es precioso para Él”, ha indicado. La memoria de Dios no es “un disco duro” que almacena todos nuestros datos, “sino un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal”. De este modo ha invitado a “imitar la memoria fiel de Dios y custodiar el bien que hemos recibido en estos días”.
Zenit

AVISOS PARA EL VERANO



Puede parecer que las lecturas de este domingo son contraculturales. Cuando comienza el éxodo del mes de agosto, que para muchos significa el mes de las vacaciones, en el que se proyecta disfrutar de la vida con un mayor consumo de servicios, de bebida y de comida, no parece adecuado ponerse a hacer advertencias restrictivas.
Sin embargo, si se desea descansar, recuperar fuerzas, serenar el alma, gustar la belleza de la creación y disfrutar de las relaciones humanas, es importante no caer en la falsa emulación de aquellos que consumen más de lo que se puede y se debe. El evangelista, como si adivinara el riesgo que se corre durante las vacaciones, aconseja: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.» (Lc).
El exhibicionismo físico y de bienes al final produce tristeza. La medida justa, el equilibrio, la sobriedad, a la hora de plantear el tiempo de descanso, son beneficiosos, y evitan el síndrome posvacacional. ¡Es tan fácil caer en la tentación de aparentar, para demostrar ante los vecinos que se tiene recursos! ¡Que no se es menos!

El tiempo es una realidad transitoria; no solo el tiempo de vacaciones, sino la misma existencia. El salmista pone en nuestros labios una expresión orante, llena de sabiduría: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato” (Sal).
Sin caer en el escepticismo ni perder la alegría que supone gozar de los merecidos días de descanso, es bueno recordar la sentencia: “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!” (Ecl).

Los medios de comunicación suelen proyectar durante este tiempo imágenes un tanto frívolas, placenteras, bohemias, como si la vida más deseable fuera la fiesta continua, la extroversión, las experiencias novedosas más excitantes.
¡Ojalá el verano suponga un tiempo para drenar el cansancio y el agotamiento, y ojalá preste energía, ilusión y recuperación de fuerzas! En definitiva, como dice san Pablo: “No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo” (Col).
Conozco a muchas personas que plantean los días de vacaciones como tiempo propicio para la lectura, la oración, la convivencia familiar, en espacios de la geografía interior.
En cualquier caso, te deseo un feliz descanso.
Ángel Moreno de Buenafuente

Desenmascarar la insensatez

El protagonista de la pequeña parábola del «rico insensato» es un terrateniente como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando solo en aumentar su bienestar. La gente los temía y envidiaba: sin duda eran los más afortunados. Para Jesús, son los más insensatos.
Sorprendido por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se ve obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que trabajan sus tierras. Solo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida...
El rico no se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Solo vive para acumular, almacenar y aumentar su bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date buena vida».
De pronto, de manera inesperada, Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito interrumpe los sueños e ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Esta es la sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.
Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, solo acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?
La crisis económica que estamos sufriendo es una «crisis de ambición»: los países ricos, los grandes bancos, los poderosos de la tierra... hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto nuestra seguridad se ha venido abajo.
Esta crisis no es una más. Es un «signo de los tiempos» que hemos de leer a la luz del evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras conciencias: «Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel». Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.
José Antonio Pagola

Ser ricos ante Dios


Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:

- «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».

Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros? ».

Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».

Y les propuso una parábola: « Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha.

Y empezó a echar cálculos, diciéndose: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha."

Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mi mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente".

Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?"
Así será el que atesora para sí y no es rico ante Dios».

Palabra del Señor.

Musulmanes y cristianos rezan juntos en el lugar donde fue asesinado Jacques Hamel


Musulmanes y cristianos oraron juntos el viernes en la mezquita del poblado en Normandía donde un cura fue asesinado hace pocos días, y un imam denunció a los agresores.
Los asesinos no son musulmanes, "no son parte de la civilización, no son parte de la humanidad", dijo el imam. "Ustedes tienen la civilización equivocada porque ustedes no pertenecen a la civilización. Ustedes tienen la humanidad equivocada porque ustedes no pertenecen a la humanidad", dijo el imam Abdelatif Hmitou, presidente de la asociación de musulmanes en Francia.
Agregó: "Ustedes se equivocan sobre nosotros los musulmanes, y no les perdonaremos por esto". El imam reiteró su llamado para que todos los musulmanes de Francia vayan a iglesias y muestren solidaridad con los cristianos en su lugar espiritual.
Muchos musulmanes vinieron de toda Francia para poder asistir al evento en memoria del cura Jacques Hamel, que tenía 85 años cuando fue asesinado por dos jóvenes que entraron a la iglesia y tomaron rehenes.
El grupo que se hace llamar Estado Islámico se atribuyó el crimen. El imam Hmitou se dirigió directamente a los asesinos, exhortándoles: "¿Cómo se les ocurre que nosotros vamos a odiar a la misma gente que nos ayudó ... a rezarle a Alá en este pueblo? ¿Cómo se le ocurre a ustedes eso, señor asesino, señor criminal?". Se refería a la iglesia St. Therese, que le vendió al grupo islámico, por una suma meramente simbólica, un terreno adyacente para que pudieran construir la mezquita.
Los dos agresores, ambos de 19 años de edad, fueron abatidos por la policía cuando huían de la iglesia St. Etienne, donde mantuvieron como rehenes a dos monjas y a una pareja anciana, y asesinaron al sacerdote degollándolo. Otra monja logró escapar y le avisó a la policía.


Jesús quiere construir el futuro contigo. ¿Te animas? El Papa con los jóvenes en la Vigilia

"No vinimos a este mundo a vegetar", "no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir". Pero "es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella", y Jesús, "el Señor del riesgo, del siempre más allá", hoy nos llama, nos convoca, nos invita, a "cambiar el sofá por los botines, para jugar de titulares en la vida". Y "nuestra respuesta a este mundo en guerra se llama: fraternidad".
Son estos algunos de los conceptos que entregó el "Pedro de nuestros tiempos" a los jóvenes en la Vigilia de Oración, durante la Jornada Mundial de la Juventud Cracovia 2016, después de escuchar los testimonios de tres chicos provenientes de distintos países y diferentes realidades sociales. 
Un mensaje cargado de la energía de un Pontífice en sintonía con la juventud de hoy, que con la sabiduría de Padre y Pastor de la Iglesia universal llama a cada uno de los jóvenes del mundo a animarse a ir por los caminos de la vida siguiendo la "locura de nuestro Dios", ese Padre Misericordioso que "nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo".
El Papa Francisco impulsó a los jóvenes a ir por los caminos de nuestro Dios que invita a cada uno a ser actores políticospensadoresmovilizadores sociales, y que nos incita a pensar una economía más solidaria. En todos los ámbitos en los que ustedes se encuentren, - les dijo- ese amor de Dios nos invita llevar la Buena Nueva, haciendo de la propia vida un homenaje a Él y a los demás.

"Si vos no ponés lo mejor de vos, el mundo no será distinto" les advirtió asimismo el Pontífice. Y a la vez que afirmó que el mundo de hoy "sólo acepta titulares en la cancha, no suplentes", les explicó que esto no se refiere sólo a algunos elegidos, sino a todo aquel que escuche el llamado de Dios, porque, dijo, "los elegidos son todos aquellos que estén dispuestos a compartir su vida con los demás"."La historia hoy nos pide que defendamos nuestra dignidad y no dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro", y el Señor, quiere hacer que tus manos, mis manos, nuestras manos se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Él quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. "Él quiere construirlo con vos". "¿Te animas?". (Griselda Mutual - Radio Vaticano)

Francisco reza por la paz y el fin de la violencia en la Iglesia de San Francisco antes de la Vigilia

Antes de llegar al campus de la Misericordia para celebrar la Vigilia de Oración, Papa Francisco ha hecho una parada fuera de lo planificado para este día y ha visitado la Iglesia de San Francisco donde se venera las reliquias de dos mártires franciscanos, Strzałkowski Zbigniew y Michał Tomaszek, asesinados por guerrilleros de "Sendero Luminoso» el 9 de agosto de 1991 en Pariacoto en Perú, y beatificados 5 de diciembre de, el año 2015 junto con el sacerdote italiano Don Alessandro Dordi, de la diócesis de Bérgamo. Allí el Papa rezó en italiano una "oración por la paz y la defensa de la violencia y el terrorismo":
 ORACIÓN POR LA PAZ Y POR EL FIN DE LA VIOLENCIA Y EL TERRORISMO 
Dios omnipotente y misericordioso, Señor del Universo y de la historia humana.
Todo lo que has creado es bueno, y tu compasión por el hombre, que te abandona una y otra vez, es inagotable.
Venimos hoy a implorarte que ampares al mundo y a sus habitantes con la paz, alejando de él el destructivo oleaje del terrorismo, restaurando la amistad y derramando en los corazones de tus criaturas el don de la confianza y la prontitud para perdonar.
Dador de la vida, te pedimos también por todos los que han muerto, víctimas de los brutales ataques terroristas. Concédeles la recompensa y la alegría eternas. Que intercedan por el mundo, sacudido por la angustia y desgracias.
Jesús, Príncipe de la Paz, te rogamos por los heridos en los ataques terroristas: los niños y los jóvenes, las mujeres y los hombres, los ancianos, las personas inocentes y los que han sido agredidos por casualidad. Sana su cuerpo y el corazón, que se sientan fortalecidos por tu consuelo, aleja de ellos el odio y el deseo de la venganza. 
Santo Espíritu Consolador, visita a las familias que lloran la pérdida de sus familiares, víctimas inocentes de la violencia y el terrorismo. Cúbreles con el manto de tu divina misericordia.  Que encuentren en Ti la fuerza y el valor para continuar siendo hermanos y hermanas de los demás, especialmente de los extranjeros y los inmigrantes, testimoniando con su vida tu amor.
Mueve los corazones de los terroristas para que reconozcan la maldad de sus acciones y vuelvan a la senda de la paz y el bien, el respeto por la vida y la dignidad de cada ser humano, independientemente de su religión, origen o status social.
Dios, Eterno Padre, escucha compasivo esta oración que se eleva hacia Ti entre el estruendo y la desesperación del mundo. Llenos de confianza en tu infinita Misericordia, confiando en la intercesión de tu Santísima Madre, fortalecidos con el ejemplo de los beatos mártires de Perú, Zbigniewa y Michała, que has convertido en valientes testigos del Evangelio hasta derramar su sangre, nos dirigimos a Ti con gran esperanza, suplicando el don de la paz y pidiendo que alejes de nosotros el látigo del terrorismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor
Amén.
Oración del Santo Padre Francisco en la Basílica de San Francisco en Cracovia, día 30 de julio de 2016. 

sábado, 30 de julio de 2016

El surrealisa debate entre los asesinos y las monjas retenidas en el templo "¿Tienes miedo de morir?" "Creo en Dios y sé que seré feliz"



Tras el asesinato del padre Jacques Hamel el martes en la iglesia de Saint-Etienne-du-Rouvray (Francia), el comando yihadista entabló un diálogo surrealista con las dos religiosas retenidas en el interior del templo, según informaciones del diario católico La Vie.
En un momento en que el cura de 85 yacía ya muerto y un fiel se encontraba gravemente herido, los dos atacantes, que hasta el momento habían mantenido una actitud agresiva y furiosa, cambiaron súbitamente de comportamiento. "Tuve derecho a una sonrisa del segundo", afirma la monja Huguette Péron. "No una sonrisa de triunfo, sino una sonrisa dulce, de alguien feliz", explica.
La hermana Hélène Decaux, de 83 años, y la esposa del fiel herido, de más de 80, pidieron sentarse. Uno de los asesinos aceptó. "Le pedí mi bastón y me lo dio", afirma la monja.
Después, la conversación viró hacia la temática religiosa. Uno de los hombres preguntó a la hermana Hélène si conocía el Corán. "Claro, lo respeto como respeto la Biblia. Ya he leído varias suras. Y lo que me llegó particularmente son las suras que hablan de paz", respondió la religiosa.
"La paz, eso es lo que queremos (...).Mientras haya bombas en Siria, continuaremos con los atentados. Y habrá todos los días. Cuando paréis, pararemos", contestó su interlocutor.
"¿Tienes miedo de morir?", preguntó a continuación. Ante la respuesta negativa de la monja, el yihadista inquirió el porqué. "Creo en Dios y sé que seré feliz", respondió la hermana Hélène, que según dijo al diario católico, en ese momento se encomendó a la virgen y pensó en Christian de Chergé, el prelado del monasterio de Tibehirin (Argelia), asesinado con otros seis monjes en 1996.
Con la hermana Huguette, la conservación versó sobre Jesús. "Jesús no puede ser hombre y Dios. Sois vosotros los que os equivocáis", aseguró el asesino.
"Quizá, pero qué más da", respondió la monja. "Pensando que iba a morir, ofrecí mi vida a dios", relata.
"Visiblemente, esperaban a la policía", considera la hermana Hélène. Poco después, los dos hombres intentaron salir utilizando a las tres mujeres como escudo humano. "Pero no se pusieron totalmente detrás de nosotras. Se podría decir que caminaban hacia la muerte".
Presente en la misa cuando irrumpieron los yihadistas, una tercera religiosa, la hermana Danielle Delafosse, logró salir de la iglesia y dar la voz de alarma.

Papa: Jesús envía a la Iglesia a propagar su paz y misericordia y servir al mundo

«El pasaje del Evangelio que hemos escuchado (cf. Jn 20,19-31) nos habla de un lugar, de un discípulo y un libro.
El lugar es la casa en la que estaban los discípulos al anochecer del día de la Pascua: de ella se dice sólo que sus puertas estaban cerradas (cf. v. 19). Ocho días más tarde, los discípulos estaban todavía en aquella casa, y sus puertas también estaban cerradas (cf. v. 26). Jesús entra, se pone en medio y trae su paz, el Espíritu Santo y el perdón de los pecados: en una palabra, la misericordia de Dios. En este local cerrado resuena fuerte el mensaje que Jesús dirige a los suyos: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (v. 21).
Jesús envía. Él desea desde el principio que la Iglesia esté de salida, que vaya al mundo. Y quiere que lo haga tal como él mismo lo ha hecho, como él  ha sido mandado al mundo por el Padre: no como un poderoso, sino en forma de siervo (cf. Flp 2,7), no «a ser servido, sino a servir» (Mc 10,45) y llevar la Buena Nueva (cf. Lc 4,18); también los suyos son enviados así en todos los tiempos. Llama la atención el contraste: mientras que los discípulos cerraban las puertas por temor, Jesús los envía a una misión; quiere que abran las puertas y salgan a propagar el perdón y la paz de Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Esta llamada es también para nosotros. ¿Cómo no sentir aquí el eco de la gran exhortación de san Juan Pablo II: «¡Abrid las puertas!»? No obstante, en nuestra vida como sacerdotes y personas consagradas, se puede tener con frecuencia la tentación de quedarse un poco encerrados, por miedo o por comodidad, en nosotros mismos y en nuestros ámbitos. Pero la dirección que Jesús indica es de sentido único - de sentido único: salir de nosotros mismos. Es un viaje sin billete de vuelta. Se trata de emprender un éxodo de nuestro yo, de perder la vida por él (cf. Mc 8,35), siguiendo el camino de la entrega de sí mismo. Por otro lado, a Jesús no le gustan los recorridos a mitad, las puertas entreabiertas, las vidas de doble vía. Pide ponerse en camino ligeros, salir renunciando a las propias seguridades, anclados únicamente en él.
En otras palabras, la vida de sus discípulos más cercanos, como estamos llamados a ser, está hecha de amor concreto, es decir, de servicio y disponibilidad; es una vida en la que no hay espacios cerrados ni propiedad privada para nuestras propias comodidades, por lo menos no deben existir. Quien ha optado por configurar toda su existencia con Jesús ya no elige dónde estar, sino que va allá donde se le envía, dispuesto a responder a quien lo llama; tampoco dispone de su propio tiempo. La casa en la que reside no le pertenece, porque la Iglesia y el mundo son los espacios abiertos de su misión. Su tesoro es poner al Señor en medio de la vida, sin buscar otra para él. Huye, pues, de las situaciones gratificantes que lo pondrían en el centro, no se sube a los estrados vacilantes de los poderes del mundo y no se adapta a las comodidades que aflojan la evangelización; no pierde el tiempo en proyectar un futuro seguro y bien remunerado, para evitar el riesgo de convertirse en aislado y sombrío, encerrado entre las paredes angostas de un egoísmo sin esperanza y sin alegría. Contento con el Señor, no se conforma con una vida mediocre, sino que tiene un deseo ardiente de ser testigo y de llegar a los otros; le gusta el riesgo y sale, no forzado por caminos ya trazados, sino abierto y fiel a las rutas indicadas por el Espíritu: contrario al «ir tirando», siente el gusto de evangelizar.
En segundo lugar, aparece en el Evangelio de hoy la figura de Tomás, el único discípulo que se menciona. En su duda y su afán de entender —y también un poco terco—, este discípulo se nos asemeja un poco, y hasta nos resulta simpático. Sin saberlo, nos hace un gran regalo: nos acerca a Dios, porque Dios no se oculta a quien lo busca. Jesús le mostró sus llagas gloriosas, le hizo tocar con la mano la ternura infinita de Dios, los signos vivos de lo que ha sufrido por amor a los hombres.
Para nosotros, los discípulos, es muy importante poner nuestra humanidad en contacto con la carne del Señor, es decir, llevarle a él, con confianza y total sinceridad, hasta el fondo, lo que somos. Jesús, como dijo a santa Faustina, se alegra de que hablemos de todo, no se cansa de nuestras vidas, que ya conoce; espera que la compartamos, incluso que le contemos cada día lo que nos ha pasado (cf. Diario, 6 septiembre 1937). Así se busca a Dios, con una oración que sea transparente y no se olvide de confiar y encomendar las miserias, las dificultades y las resistencias. El corazón de Jesús se conquista con la apertura sincera, con los corazones que saben reconocer y llorar las propias debilidades, confiados en que precisamente allí actuará la divina misericordia. ¿Qué es lo que nos pide Jesús? Quiere corazones verdaderamente consagrados, que viven del perdón que han recibido de él, para derramarlo con compasión sobre los hermanos. Jesús busca corazones abiertos y tiernos con los débiles, nunca duros; corazones dóciles y transparentes, que no disimulen ante los que tienen la misión en la Iglesia de orientar en el camino. El discípulo no rechaza hacerse preguntas, tiene la valentía de sentir la duda y de llevarla al Señor, a los formadores y a los superiores, sin cálculos ni reticencias. El discípulo fiel lleva a cabo un discernimiento atento y constante, sabiendo que cada día hay que educar el corazón, a partir de los afectos, para huir de toda doblez en las actitudes y en la vida.
El apóstol Tomás, al final de su búsqueda apasionada, no sólo ha llegado a creer en la resurrección, sino que ha encontrado en Jesús lo más importante de la vida, a su Señor; le dijo: «Señor mío y Dios mío» (v. 28). Nos hará bien rezar hoy y cada día estas palabras espléndidas, para decirle: «Eres mi único bien, la ruta de mi camino, el corazón de mi vida, mi todo.
En el último versículo que hemos escuchado, se habla, en fin, de un libro: es el Evangelio, en el que no están escritos muchos otros signos que hizo Jesús (v. 30). Después del gran signo de su misericordia —podemos pensar—, ya no se ha necesitado añadir nada más. Pero queda todavía un desafío, queda espacio para los signos que podemos hacer nosotros, que hemos recibido el Espíritu del amor y estamos llamados a difundir la misericordia. Se puede decir que el Evangelio, libro vivo de la misericordia de Dios, que hay que leer y releer continuamente, todavía tiene al final páginas en blanco: es un libro abierto, que estamos llamados a escribir con el mismo estilo, es decir, realizando obras de misericordia. Os pregunto – queridos hermanos y hermanas - : ¿Cómo están las páginas del libro de cada uno de vosotros? ¿Se escriben cada día? ¿Están escritas sólo en parte? ¿Están en blanco? Que la Madre de Dios nos ayude en ello: que ella, que ha acogido plenamente la Palabra de Dios en su vida (cf. Lc 8,20-21), nos de la gracia de ser escritores vivos del Evangelio; que nuestra Madre de misericordia nos enseñe a curar concretamente las llagas de Jesús en nuestros hermanos y hermanas necesitados, de los cercanos y de los lejanos, del enfermo y del emigrante, porque sirviendo a quien sufre se honra a la carne de Cristo. Que la Virgen María nos ayude a entregarnos hasta el final por el bien de los fieles que se nos han confiado y a sostenernos los unos a los otros, como verdaderos hermanos y hermanas en la comunión de la Iglesia, nuestra santa Madre.
Queridos hermanos y hermanas, cada uno de nosotros guarda en el corazón una página personalísima del libro de la misericordia de Dios: es la historia de nuestra llamada, la voz del amor que atrajo y transformó nuestra vida, llevándonos a dejar todo por su palabra y a seguirlo (cf. Lc 5,11). Reavivemos hoy, con gratitud, la memoria de su llamada, más fuerte que toda resistencia y cansancio. Demos gracias al Señor continuando con la celebración eucarística, centro de nuestra vida, porque ha entrado en nuestras puertas cerradas con su misericordia; porque nos da la gracia de seguir escribiendo su Evangelio de amor».
(from Vatican Radio)

"¿Es posible que nosotros hombres, creados a imagen de Dios, seamos capaces de hacer estas cosas?"Francisco reflexiona en su saludo desde el balcón sobre su visita a Auschwitz


Diciendo con énfasis "Dobry wieczór" (buenas tardes en idioma polaco) el santo padre Francisco saludó a los miles de fieles que se congregaron al atardecer, delante del arzobispado de Cracovia, para darle el último saludo de este tercer día de su viaje apostólico en Polonia.
"Hoy fue un día muy especial", indicó Francisco, si bien de dolor, con el Vía Crucis rezado con los jóvenes, e invitó a pensar "no solo el de hace dos mil años atrás, sino también con los que sufren hoy". Y precisó: "Los enfermos, los que están en guerra, los sin techo, los hambrientos, los que tienen dudas en la vida, que no sienten la felicidad de la salvación o que se sienten culpables del propio pecado".
Y recordó que la tarde de este viernes tuvo un lado triste, porque estuvo en el hospital pediátrico y con ello le vino la pregunta, ¿por qué sufren los niños? En cambio por la mañana fue a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau.
"¡Cuanto dolor y cuanta crueldad!, exclamó.¿Es posible que nosotros hombres creados a imagen de Dios seamos capaces de hacer estas cosas?, se interrogó el Pontífice y precisó: "estas cosas fueron hechas".
"A esta realidad Jesús vino para llevarla en las propias espaldas, y nos pide de rezar" aseguró. Y pidió que recemos "por todos los Jesús que hoy hay en el mundo"
"Recemos por tantos niños enfermos inocentes que llevan la cruz desde niños. Recemos por tantos hombres y mujeres que son torturados en tantos países del mundo. Por los encarcelados que están hacinados como si fueran animales".
Señaló que si esto es realidad "también lo es que Jesús ha cargado sobre sí todas estas cosas incluso nuestro pecado". Y si bien "todos somos pecadores, él nos ama porque somos hijos de Dios".
"Cuando hay lagrimas -concluyó Francisco- el niño busca a su mamá, también nosotros pecadores busquemos a la madre y recemos a la Virgen cada uno en su propio idioma".
 Por su parte, los supervivientes de los campos de exterminio de Auschwitz elogiaron la visita papal. Se mostraron emocionados por la actitud con que el pontífice se dirigió a ellos. "Quería arrodillarme ante él, pero me abrazó, me dio dos besos" contó una de las sobrevivientes. "Tengo la impresión de que vino especialmente para vernos" confesó otra.
"Quiero que hable de la paz en el mundo. Es que Francisco es demasiado bueno. No debemos dejar que nos maten. El amor por el prójimo es una cosa, pero se necesita el castigo por los pecados", sostiene Walentyna Nikodem, nacida en 1922, tatuada con el número 8737.
Deportada en julio de 1942 a Auschwitz con la madre (que murió en el campo de concentración), permaneció allí hasta 1944, de donde fue trasladada a Flossenburg, para ser liberada en 1945.
"Me emocionó ver al papa. Quería arrodillarme ante él, pero me abrazó, me dio dos besos. Ha sido el mayor regalo que me ha dado la vida por todo lo que he vivido", comentó a la AFP Janina Iwanska, de 86 años, católica, internada en el campo en agosto de 1944 después del alzamiento de Varsovia, la mayor rebelión civil contra la Alemania nazi y que duró dos meses.
"Tengo la impresión de que el papa vino especialmente para vernos. Los otros vinieron a visitar el campo y a saludar a los supervivientes. Francisco me parece que vino porque fuimos rescatados, porque dentro del campo nada dependía de nosotros. Alguien veló por nosotros", sostiene la anciana polaca, católica, quien venera a la Virgen Negra de Czestochowa, que dice la salvó de esa horrible muerte en los campos de exterminio, donde un millón de personas fueron ejecutadas.
Para Alojzy Fros, numero 136223, detenido en abril de 1943 por conspiración, el papa debe hablar de los refugiados. Los derechos de los refugiados hace parte de las batallas que Francisco libra, lo que irrita a las autoridades polacas, contrarias a recibir el número que le impone la Unión Europea.
"Me gustaría que el Papa me diga qué piensa de verdad sobre la situación en Polonia, en Europa, sobre los refugiados. Es una persona muy humana, cercana a la gente, uno de nosotros", dice.
"Hemos perdonado y nos han perdonado. No hay que hablar tanto del pasado, hay que recordarlo y hablar a los jóvenes para que los horrores de la Segunda Guerra Mundial no se repitan", sostiene.
"No podemos volver a vivir ese horror. Están ocurriendo en este momento cosas terribles, como el asesinato del cura dentro de una iglesia en Francia", comentó el superviviente católico.
Fros, que en diciembre cumplirá 100 años, autor del libro "Mi historia", pasó los primeros dos meses de detención en la enfermería de Auschwitz.
Hablando con la AFP recuerda haber visto entonces una puerta entreabierta con una pila de cuerpos humanos desnudos amontonados unos sobre otros como en una fábrica.
"Después supe que eran prisioneros considerados no aptos que habían sido eliminados con una inyección al corazón", rememoró consternado.
"Cuando cierro los ojos aún veo esa imagen. No la olvidaré jamás", confiesa.

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL EVANGELIO DE LA MUERTE DE JUAN BAUTISTA



Juan era «un hombre que tuvo un breve tiempo de vida, un breve tiempo para anunciar la Palabra de Dios». Él era «el hombre que Dios envió a preparar el camino a su Hijo».

Pero «Juan acabó mal», decapitado por orden de Herodes. Se convirtió en «el precio de un espectáculo para la corte en un banquete. Cuando existe una corte es posible hacer de todo: la corrupción, los vicios, los crímenes. Las cortes favorecen estas cosas».

«¿Qué hizo Juan? Ante todo, anunció al Señor. Anunció que estaba cerca el Salvador, el Señor; que estaba cerca el reino de Dios». Un anuncio que él «había realizado con fuerza: bautizaba y exhortaba a todos a convertirse». Juan «era un hombre fuerte y anunciaba a Jesucristo: fue el profeta más cercano a Jesucristo. Tan cercano que precisamente él lo indicó a los demás». Y, en efecto, cuando vio a Jesús, exclamó: «¡Es Aquél!». 

La segunda característica de su testimonio, explicó el Papa, «es que no se adueñó de su autoridad moral» aunque se le había ofrecido «en bandeja la posibilidad de decir: yo soy el mesías». Juan, en efecto, «tenía mucha autoridad moral, mucha. Toda la gente iba a él. El Evangelio dice que los escribas» se acercaban para preguntarle; «¿Qué debemos hacer?». Lo mismo hacía el pueblo y los soldados. «¡Convertíos!» era la respuesta de Juan.

También «los fariseos y los doctores» miran la «fuerza» de Juan, reconociendo en él a «un hombre recto. Por ello fueron a preguntarle: ¿eres tú el mesías?». Para Juan fue «el momento de la tentación y de la vanidad». Hubiese podido responder: ‘No puedo hablar de esto...’, terminando por «dejar la pregunta en el aire. O podía decir: ‘no lo sé’... con falsa humildad». En cambio, Juan «fue claro» y afirmó: «No, yo no soy. Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no soy digno de agacharme para dasatarle la correa de sus sandalias». 

Así no cayó en la tentación de robar el título. Dijo claramente: «Yo soy una voz, sólo eso. La Palabra viene después. Yo soy una voz». Y «ésta es la segunda cosa que hizo Juan: no robar la dignidad». Fue un «hombre de verdad».

«La tercera cosa que hizo Juan fue imitar a Cristo, imitar a Jesús. En tal medida que, en aquellos tiempos, los fariseos y los doctores creían que él era el mesías». Incluso «Herodes, que lo había asesinado, creía que Jesús fuese Juan». Precisamente esto muestra hasta qué punto el Bautista «siguió el camino de Jesús, sobre todo en el camino del abajamiento». 

En efecto «Juan se humilló, se abajó hasta el final, hasta la muerte». Y fue al encuentro del «mismo estilo vergonzoso de muerte» del Señor: «Jesús como un malhechor, como un ladrón, como un criminal, en la cruz», y Juan víctima de «un hombre débil y lujurioso» que se dejó llevar «por el odio de una adúltera, por el capricho de una bailarina». 

Como Jesús, dijo de nuevo el Papa, «también Juan tuvo su huerto de los olivos, su angustia en la cárcel cuando creía haberse equivocado». Por ello «manda a sus discípulos a preguntar a Jesús: dime, ¿eres Tú o me equivoqué y existe otro?». Es la experiencia de la «oscuridad del alma», de la «oscuridad que purifica». Y «Jesús respondió a Juan como el Padre respondió a Jesús: consolándole».

Precisamente hablando de la «oscuridad del hombre de Dios, de la mujer de Dios», el Papa Francisco recordó el testimonio «de la beata Teresa de Calcuta. La mujer a la que todo el mundo alababa, el premio Nobel. Pero ella sabía que en un momento de su vida, largo, existió sólo la oscuridad dentro». También «Juan pasó por esta oscuridad», pero fue «anunciador de Jesucristo; no se adueñó de la profecía», convirtiéndose en «imitador de Jesucristo».

En Juan está, por lo tanto, «la imagen» y «la vocación de un discípulo». La «fuente de esta actitud de discípulo» ya se reconoce en el episodio evangélico de la visita de María a Isabel, cuando «Juan saltó de alegría en el seno» de su madre. Jesús y Juan, en efecto, «eran primos» y «tal vez se encontraron después». Pero ese primer «encuentro llenó de alegría, de mucha alegría el corazón de Juan. Y lo transformó en discípulo», en el «hombre que anuncia a Jesucristo, que no se pone en el lugar de Jesucristo y que sigue el camino de Jesucristo».

En conclusión, el Papa Francisco sugirió un examen de conciencia «acerca de nuestro discipulado» a través de algunas preguntas: «¿Anunciamos a Jesucristo? ¿Progresamos o no progresamos en nuestra condición de cristianos como si fuese un privilegio?». Al respecto es importante mirar el ejemplo de Juan que «no se adueñó de la profecía».

Y luego un interrogante: «¿Vamos por el camino de Jesucristo, el camino de la humillación, de la humildad, del abajamiento para el servicio?». 

Si nos damos cuenta de no estar «firmes en esto», es bueno «preguntarnos: ¿cuándo tuvo lugar mi encuentro con Jesucristo, ese encuentro que me llenó de alegría?». Es un modo para volver espiritualmente a ese primer encuentro con el Señor, «volver a la primera Galilea del encuentro: todos nosotros hemos tenido una». 

El secreto, dijo el Papa, es precisamente «volver allí: reencontrarnos con el Señor y seguir adelante por esta senda tan hermosa, en la que Él debe crecer y nosotros disminuir».

 (De la homilía del Papa en Santa Marta el 7-2-2014)

EVANGELIO DE HOY: MUERTE DE JUAN EL BAUTISTA


Evangelio según San Mateo 14,1-12. 

En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos". 

Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. 

El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. 

Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y ésta la presentó a su madre. 

Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.