Abrazando paternalmente diversas realidades y sufrimientos e invocando a María Reina de la Paz, el Santo Padre expresó su cercanía a los iraquíes, alentó a rezar por la paz en el mundo y recordó la centralidad de la dignidad humana también en la justicia laboral. En sus palabras a los numerosos peregrinos de tantos países, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco dirigió un entrañable saludo y cordial bienvenida a los de lengua árabe, en particular a los procedentes de Irak:
«La Iglesia es Madre y como todas las madres sabe acompañar al hijo necesitado, levantar al hijo caído, curar al enfermo, buscar al perdido y sacudir al dormido, así como defender a los hijos indefensos y perseguidos. Hoy quisiera asegurarles, especialmente a estos últimos, la cercanía: están en el corazón de la Iglesia; la Iglesia sufre con ustedes y se honra con ustedes; ustedes son su fortaleza y su testimonio concreto y auténtico de su mensaje de salvación, de perdón y de amor. ¡El Señor los bendiga y proteja!»
Recordando que en varias ciudades de Polonia se conmemora el 75 aniversario del comienzo de la segunda guerra mundial, en sus saludos a los queridos amigos y peregrinos polacos, el Obispo de Roma exhortó a encomendar a la misericordia de Dios a todos aquellos que perdieron su vida por amor a su patria y a los hermanos y a invocar el don de la paz para todas las naciones de Europa y del mundo, por intercesión de María, Reina de la Paz.
Como es tradicional, el Santo Padre concluyó sus saludos dirigiéndose a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, alentando a todos al diálogo íntimo con Dios y a difundir su luz. A los queridos enfermos los animó a encontrar sostén en el Señor Jesús, que prosigue su obra de redención en la vida de todo hombre. Y a los queridos recién casados, les dijo que son valientes, «porque, hoy, hay que ser valientes para casarse», animándolos a mantener un contacto vivo con Dios, para que su amor sea siempre verdadero y duradero.
El Papa Francisco invitó a todos a invocar el amparo de la Madre de Dios y Madre de la Iglesia pidiéndole que nos enseñe a imitar su solicitud por el bien de nuestros hermanos. A confiar en la Virgen María, para que Ella nos transmita su espíritu maternal y de acogida, brindando consuelo y esperanza. Y reiterando que como una Madre, la Iglesia lleva en su corazón el bien de sus hijos, señaló que a nosotros nos corresponde testimoniar en nuestra vida la maternal solicitud de la Iglesia y su coraje de madre.
(Cecilia de Malak – Radio Vaticana)
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